Cuando era joven, tal vez 5 años, estaba jugando con mi amigo y encontramos un perro pequeño.  Pensamos que deberíamos caminar por el vecindario para encontrar a su dueño.  Estábamos buscando durante bastante tiempo cuando un adolescente se detuvo en una troca junto a nosotros.  Fue amable y dijo que nos ayudaría a buscar.  Subimos al camión; mi amigo se sentó a su lado y yo me senté junto a la puerta.

Condujimos por el vecindario... luego giró por un callejón. Nunca sabré por qué, pero mi amigo, sólo un par de años mayor que yo, se inclinó y me susurró al oído: "Si pasa algo, finge que estás cansada y ve a buscar a mis hermanos y tráelos aquí". Le susurré en respuesta: "Está bien".

Algo sucedió.  Detuvo el camión y le preguntó a mi amiga si alguna vez había visto el pipí de un niño, mientras simultáneamente se desabrochaba los pantalones y se deleitaba con el suyo.  Él le pidió que lo tocara.  Mientras observaba lo que estaba sucediendo, mi amigo me miró y lo supe.  Me froté los ojos y dije: "Estoy cansado, me voy a casa". Abrí la puerta de la camioneta, salí, caminé hasta el final del callejón y luego corrí lo más rápido que pude hasta su casa y les conté a sus hermanos lo que estaba pasando.

Recuerdo haber hablado con la policía sobre el incidente y sé que lo atraparon, pero lo que no sé es cómo supo ella qué hacer.  No sé cómo se debió sentir cuando puso toda su fe en un niño de 5 años. No sé cómo se sintió cuando la dejé sola con su abusador.  No sé si ella sabía que me estaba protegiendo.  Lo que sí sé es que ella siempre será la persona más valiente que jamás conoceré.